martes, 20 de septiembre de 2011

¿Ya ganaron las revoluciones arabes o solo estan comenzando?

Provenientes de 80 países, 600 personalidades políticas y religiosas representativas de las principales corrientes del Islam, desde su versión más reaccionaria hasta la más progresista y desde el más formal hasta el más místico, se reunieron en Teherán para participar en la primera Conferencia Internacional sobre el despertar islámico.
Entre los participantes se encuentran varios revolucionarios árabes que ya habían viajado anteriormente a Teherán en los últimos años para estudiar el modelo de una revolución victoriosa antes de emprender su propia revolución en sus respectivos países.
Esta conferencia, resultado de una iniciativa de la República Islámica de Irán, tenía como objetivo posibilitar la comparación entre diferentes lecturas de las revoluciones árabes. Más allá de las exhortaciones formales a la unidad y de las fórmulas de cortesía, los debates permitieron constatar profundas divergencias en cuanto a la interpretación de los acontecimientos y sus perspectivas futuras.
En su discurso de apertura, el ayatola Alí Khamenei, Guía Supremo de la Revolución Islámica, rechazó la interpretación de la «primavera árabe» según la cual las masas se han pronunciado a favor del modelo occidental de régimen político y de la economía capitalista. Por el contrario, el ayatola Khamenei describió las recientes revueltas como el comienzo de un largo proceso revolucionario tendiente a liberar a los pueblos del norte de África y del Medio Oriente del yugo del colonialismo occidental, a renovar profundamente las sociedades y a concebir una nueva civilización islámica.
También llamó a evitar los obstáculos que las potencias imperialistas no dejarán de sembrar a lo largo de ese camino e invitó a los participantes a prepararse desde ahora para enfrentarlos, esencialmente mediante la preservación de la unidad de la nación musulmana. Si bien, como se esperaba, oradores como el jeque Naim Kassem, secretario general adjunto del Hezbollah libanais, y Ramadán Abdullah, secretario general de la Yihad Islámica palestina, suscribieron a ese análisis otros desarrollaron un punto de vista muy diferente.
Cierto es que todos los participantes admitieron que los acontecimientos registrados no constituyen una «primavera del liberalismo occidental» sino un movimiento antiimperialista. Sin embargo, la división entre los participantes se hizo patente en lo que concierne al futuro de esta ola de cambios.
Por ejemplo, el representante de la universidad cairota Al-Azhar expresó su regocijo por la victoria de la juventud egipcia en la plaza Tahrir y la caída del dictador Hosni Mubarak. Recordó el respaldo de su universidad a la acción de los jóvenes revolucionarios, pero se expresó como si el movimiento ya hubiese llegado a su fin. No pronunció ni una palabra sobre la aspiración de esa misma juventud, que acaba de tomar por asalto la embajada de Israel, a salir del tutelaje de Estados Unidos y a anular los acuerdos de Camp David.
Otro ejemplo fue la intervención de un jefe tribal de la región de Cirenaica, en Libia, quien recordó la heroica lucha de Omar el-Mouktar contra la colonización italiana y denunció toda forma de injerencia extranjera en su país antes de expresar su alegría por el derrocamiento del coronel Muammar el Kadhafi… por la OTAN. Lo más interesante es que hizo esto último ante la efigie del imám Khomeiny, quien no tuvo necesidad de recurrir a la alianza atlántica para derrocar al sha Reza Palehvi.
Hoy prosiguen los debates de la conferencia, cuya clausura estará a cargo del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad.
Red Voltaire

lunes, 19 de septiembre de 2011

Palestina, ahora o nunca

Global Research




    “Palestina es un pueblo, una cultura y una nación que ninguna fuerza puede negar ni oprimir por muy poderosa que afirme ser; cuanto más oprimas a un pueblo, más se alzará con determinación, previsión y poder para buscar la libertad de la ocupación extranjera y de la esclavitud de unos pocos.
    Se espera que la votación tenga lugar el 20 de septiembre. Sería demasiado confiar en que EEUU haga lo que sabe que es lo correcto y vote ‘sí’ o que sea un intermediario honesto y se abstenga. Todo lo más que podemos esperar es que EEUU e Israel sean parte de una minoría muy pequeña que vote ‘no’. Ese tipo de voto fortalecerá a los palestinos y quizá asuste lo suficiente a Netanyahu para que pueda negociar con un poco de buena fe. Pero si así no fuera, las Naciones Unidas habrán declarado que los palestinos son también un pueblo; un pueblo con derechos, incluido el derecho a la soberanía plena en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental. En ese momento, la suerte está echada. La ocupación está terminando, confío, antes de que Netanyahu le haga mucho más daño… a Israel.” (M J Rosenberg: “The Disaster Known as Netanyahu”, 2.9.2011)
    * * *
Tan traicionera es la realidad consciente que las organizaciones globales se crearon para proteger a la humanidad del flagelo de la guerra y la explotación de unos cuantos poderes paranoicos y absurdos que se imponen al mundo. Es bastante extraño que estemos donde estamos sesenta años después de la II Guerra Mundial buscando un período creíble de tiempo dotado de dignidad humana, respeto a los derechos, a la coexistencia y a la comprensión de la paz y la seguridad contra la violencia, el asesinato y la ocupación. No hay tal, no eran sino meras ilusiones para esquivar a la humanidad, para robarle colectivamente al género humano sus intereses y optimismo por el futuro, ya sea en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o donde sea. El CSNU es el Facebook de quienes proclaman ser poderosos, si es que en efecto son poderosos en algún sentido del significado o importancia global en la cambiante política del siglo XXI.
Acudiendo a la voluntad y a un sentido correcto de la comprensión del tiempo y de la historia, hay problemas que pueden resolverse sin acudir a la violencia y al baño de sangre. Palestina es una de esas cuestiones políticas y catástrofes humanitarias que esperan una solución viable desde 1948. El sector árabe la ha descuidado, la comunidad mundial la ha abandonado mientras el pueblo palestino ha continuado viviendo como refugiado en sus hogares, paralizado por todas las violaciones políticas, económicas y sociales de las identidades humanas, un pueblo al que se ha obligado a vivir por debajo de los medios de vida de los seres humanos y las condiciones normales y corrientes. No hay muchos políticos globales dispuestos a resolver la cuestión de la libertad de Palestina, pero sí demasiados a hablar de ello para salvar políticamente la cara.
Justo hace un año, en la Asamblea General, al Presidente Obama se le hizo saber que al año siguiente Palestina podría ser una nación miembro libre que se sentaría en la ONU. Los israelíes y otros implicados directamente en el diálogo pacífico con los palestinos reforzaron propuestas similares en diversos foros internacionales y mesas de negociaciones. ¿Porqué EEUU e Israel se oponen tan categóricamente a que los palestinos establezcan una patria independiente en su propia tierra?
M J Rosenberg (“The Disaster Known as Netanyahu”, Free Thought Manifest, 2.9.2011) señala las nuevas realidades que se derivan del círculo oficial israelí:
    “La maquinaria propagandística de Israel lo haría de otra manera. Insiste en que los palestinos, y los árabes y musulmanes de todo el mundo que les apoyan, no se preocupan realmente por la ocupación. Su objetivo, se nos dice constantemente, es destruir a Israel. La prueba, insisten es que ‘los palestinos nunca han reconocido el derecho a la estatalidad de Israel’.”
El presidente de la ANP Mahmud Abbas ha declarado su determinación de ir a la ONU y pedir el reconocimiento de un Estado palestino independiente con capital en Jerusalén Oriental. La propuesta no desafía ni amenaza la existencia, bienestar o estatalidad de nadie, ya sea Israel, EEUU o cualquier otra parte. Entonces, ¿por qué tanto alboroto sobre la cuestión? Susan Rice, la representante estadounidense en el Consejo de Seguridad dejó claro la pasada noche (16.9.2011) en un anuncio hecho en la CNN que si la OLP presenta la Resolución pidiendo la estatalidad, nada cambiará sobre el terreno. Eso significa que EEUUU vetará la Resolución en el Consejo o hará cuanto sea posible para parar el movimiento a favor del establecimiento de un Estado palestino independiente. La retórica revela que la OLP debería continuar hablando con Israel y dilucidar su libertad. Incluso el sentido común exige una respuesta lógica, ¿cómo vas a hablar con un ocupante que no reconoce tus derechos, tu dignidad humana o tu derecho a la libertad? ¿No es eso lo que ha venido pasando durante sesenta años? ¿Es que la Sra. Rice desconoce la lección básica de los problemas israelo-palestinos? ¿No estuvieron de acuerdo en estar en desacuerdo una y otra vez, una y otra vez? ¿No es hora ya de acabar con lo que EEUU quiere imponer de nuevo? Alan Hart, un experto estadounidense (“Zionism and Peace Are Incompatible”, Dissident Voice, 21 octubre 2010), explica el problema fundamental incrustado en el sionismo:
    “El sionismo no es sólo el nacionalismo judío que creó un estado en el corazón árabe a partir sobre todo del terrorismo y la limpieza étnica. Es también una mentalidad patológica. En la equivocada mente sionista, el mundo fue y será siempre anti-judío. Postula que el Holocausto II (código de otro gran cambio contra los judíos) es inevitable. Prosigue diciendo que no puede haber límites a lo que el sionismo pueda hacer para preservar un Gran Israel dotado de armas nucleares como refugio o último recurso de todos los judíos de todas partes cuando el mundo se vuelva contra ellos… Pero he ahí que la realidad continúa abofeteando a todo el mundo: el sionismo y la paz son incompatibles. Lo repetiré: el sionismo y la paz son incompatibles.”
Si la historia sirve de punto de referencia, el presidente Obama y Susan Rice saben bien que ninguna agenda orientada de forma objetiva podrá nunca lograrse solo a través de los negociadores israelo-palestinos. Por resumir los cambios de actitud dentro de la política israelí y su desbordado impacto sobre EEUU, Alan Hart cita un punto de vista diferente narrado por Aluf Benn en el Haaretz el 20 de octubre de 2010:
    “La diplomacia israelí ha llegado a un punto de inflexión. Desde ese punto de vista, en vez de abordar las fracasadas conversiones directas, Israel pondrá en marcha una serie de acciones diplomáticas contra la iniciativa palestina que intenta que el Consejo de Seguridad de la ONU reconozca a un estado palestino independiente dentro de las fronteras anteriores a 1967. Esa decisión consideraría a Israel como invasor y ocupante, preparando el camino para una serie de medidas contra Irael. Obama podría echar por tierra el proceso ejerciendo el veto estadounidense. ¿Lo haría? ¿Y a qué precio?”
Bien, no culpemos enteramente a EEUU o a los israelíes de esta tragedia. ¿Qué pasa con los camaradas gobernantes/líderes árabes, qué han hecho para reforzar la causa de la libertad de Palestina? El capítulo del libro está abierto y sin narrativa alguna en él, sin ninguna nota plausible, absorto en la terrible perversidad y maldad hacia la causa de la libertad de Palestina.
Tratemos tan sólo de ver los hechos reales en un contexto comparativo para conseguir tener una idea mejor de los problemas. Los israelíes han planificado objetivos, prioridades, instituciones para perseguir los objetivos, disponen de dirigentes comprometidos y redes por todo el planeta para conseguir apoyos, difundir sus perspectivas y hacer cuanto puedan para conseguir sus objetivos y prioridades políticas. No importa quién llegue al poder en Israel, ningún objetivo y actuación se desvía de su agenda política si no es para reforzarla y cristalizarla. A menudo los dirigentes estadounidenses actúan como madres adoptivas para proteger los intereses nacionales israelíes a costa de ignorar sus propios intereses estratégicos. Eso es hacer política y funciona bien en EEUU, donde congresistas y senadores reciben contribuciones financieras de los miembros de los lobbys judíos. Nadie lo considera una táctica absurda de tráfico de influencias o algo ilegal o una intervención inoportuna en el funcionamiento del sistema político estadounidense. El dinero compra a la gente y se comercia con intereses mutuos. La mayoría de los políticos de EEUU no se atreven a desafiar las posiciones y puntos de vista israelíes. Y hacen su trabajo fielmente.
¿Han visto alguna vez a un dirigente árabe apareciendo en público y musitando unas cuantas palabras convenientes a favor de la libertad palestina? ¿Han oído a algún grupo de los lobbys árabes trabajar en beneficio de la libertad palestina e intereses árabes? Si se respondiera con animosidad, debería decirse: ¿Es que los políticos y las elites árabes conocen lo suficiente la cultura y política israelí para tomar decisiones? Sinceramente, los gobernantes árabes no tienen ni idea de la vida, lenguaje o la mentalidad israelí de una manera racional. Los israelíes son inteligentes, abiertos a escuchar y aprender y han cambiado los enfoques de sus instituciones para reforzar sus intereses vitales y prioridades. Los gobernantes árabes no tienen sentido del tiempo, de la historia o de direcciones estratégicas –a menudo viven en celdas de prisiones modernas- llamadas palacios construidas con petrodólares, con dinero robado al erario público. Sus supuestos amigos en EEUU y Europa les llaman camellos adictos y gobernantes descerebrados.
John Perkins (“Confessions of an Economic Hitman”) recuerda cómo George Tenet, antiguo jefe del a CIA solía abrazar a los monarcas árabes como si fuera su amigo y compañero y ellos estaban dispuestos a hacer cualquier cosa, justa o vil, que agradara a los estadounidenses. Los árabes no tienen instituciones dedicadas a conseguir el apoyo público para cualquier causa política. Son alérgicos a escuchar y aprender de los eruditos y expertos musulmanes en asuntos globales; al contrario, contratan a especialistas de EEUU y Europa para que les aconsejen: la gente que son parte del problema, ¿cómo van a ser parte de la solución?
No hay ningún lugar racional para el encuentro de las mentes ni una oportunidad por la que uno pueda intentar conseguir que los autoritarios gobernantes árabes entiendan que han sobrepasado ya los límites de la razón y el absurdo y que es hora ya de cambiar y de hacer reformas para conseguir un cambio de rumbo. Parecen ser tan indiferentes, crueles e inconscientes en relación con los hechos de la vida; sus palacios y reinos primero, los pueblos no tienen acceso a sus agendas. El problema palestino ha vivido en la negación durante más de sesenta años. Con movimientos populares revolucionarios y muchos gobernantes autoritarios árabes en fuga, los árabes, colectivamente, están en una posición muy débil para ejercer influencia alguna sobre los acontecimientos e inminentes desarrollos que darán forma a la Resolución palestina.
No hay ninguna píldora que haga recordar los hechos de la vida humana. Hace unos veinte años, este autor ofreció un plan y una propuesta estratégica ampliamente definidos que circuló por el mundo árabe (“Towards Muslim Unity”, “Why Muslims are a Divided People?” “Approaches to Comparative Strategic Policy Planing: Muslim World and the West”), de cómo debería constituirse, organizarse y funcionar un Consejo de la Ummah (Parlamento musulmán con representantes bien preparados) que abordara las cuestiones relativas a políticas e intereses económicos, sociales y políticos, al libre comercio, a una moneda común, a movimientos libres de productos y servicios y mucho más. Imaginen si una asamblea así discutiera la cuestión de la libertad de Palestina y su voz tuviera eco y apoyara al asediado pueblo palestino, ¿no creen que el mundo les habría escuchado cuidadosamente y apreciado su valor en términos reales de cara a las posibles actuaciones? Lo habrían hecho, en efecto. La unidad de la Ummah musulmana y de un líderazgo culto e inteligencia habría cambiado la forma de desesperadas cuestiones contemporáneas. ¿No se debería cuestionar a los dirigentes autoritarios árabes y hacerles responsables por su incompetencia, traición y fracaso a la hora de proteger los intereses del pueblo árabe? Al autor le gustaría compartir una perspectiva observada hace una década (“Arab Ummah vs. Muslim Ummah, Who you were and where you are?”, MediaMonitors network, 8 mayo 2002):
    “Los observadores mundiales describen a los dirigentes árabes como compinches ‘derrotados’ que sacan provecho de las miserias inflingidas a las masas para construirse palacios e incrementar los balances de los bancos extranjeros. ¿Es posible que las partes derrotadas puedan ejercer presiones para conseguir la victoria? ¿O exigir condiciones favorables en situaciones que implican cuestiones de vida o muerte? Los israelíes de todas las tendencias son UNO y están comprometidos de forma firme y agresiva. Allah os convirtió en una ‘Ummah’ musulmana pero insistís en convertiros en una ‘Ummah’ árabe, volviendo a la edad de la ignorancia. El Islam concedió honor y éxito a los fieles creyentes. Cuando desecháis el Islam, dejáis detrás todos sus méritos y reivindicaciones. Vuestros dirigentes creen que sois un hombre y una mujer económicos, como en las culturas occidentales, que trabajan para ganar dinero, para consumir comidas grasas y disfrutar de un todoterreno. Vuestros enemigos son felices; sois los verdaderos creyentes en los estilos de vida y mitos económicos progresistas. Pero vuestros dirigentes no tienen seguidores, no tienen sentido de la responsabilidad o de la culpa. La mayor parte de los analistas políticos occidentales creen que los dirigentes árabes apenas se molestan en utilizar su cerebro; que siempre es nuevo y fresco como el de un bebé.”
La coalición derechista israelí del Primer Ministro Netanyahu amenaza con cancelar el Acuerdo de Oslo si la OLP va a la ONU a pedir la independencia y la integración plena. Las realidades sobre el terreno están diciendo que el Acuerdo de Oslo no tiene nada que ver con la libertad palestina, que sus objetivos últimos son los de mantener a los palestinos bajo una continuada ocupación. Esto es lo que Arafat y sus colegas habían firmado voluntariamente en el acuerdo. M J Rosenberg (“The Disaster Known as Netanyahu”) pone la discusión en el contexto adecuado:
    “Binyamin Netanyahu está muy cerca de devolver a Israel adonde estaba antes del acuerdo de Oslo de 1993. Existe incluso la posibilidad de que lo haga retroceder adonde estaba antes del tratado de paz de Camp David con Egipto, con el añadido desastre de que la relación con Turquía (que se estableció en 1948) habrá también desaparecido. En un país normal, un record de desastrosos fracasos como esos habría forzada la salida de Netanyahu del poder. Pero no en Israel… Lo peor es que casi todos los problemas de Israel con sus vecinos podrían resolverse poniendo fin a la ocupación. Incluso la economía saldría beneficiada si el gobierno israelí no estuviera malgastando tanto dinero en los colonos y en sus exigencias desorbitadas.”
La libertad de Palestina es algo real y necesita compartir un argumento coherente racional en el podium global, si solo algunos sabios árabes inteligentes y cultos, versados en pensamientos y presentación de ideas pudieran hablarle a la comunidad internacional. ..La humanidad debe poner en marcha todos sus conocimientos, visión política y fortaleza moral para oponerse a la continuada tiranía y ocupación de Israel. Palestina debe ser libre ya porque es una obligación que desde hace mucho tiempo le debe la responsabilidad internacional. La comunidad global de naciones debería apoyar la Resolución que pide un estado palestino independiente coexistiendo con Israel. No se puede optar por reforzar la ocupación y legal y los continuados asentamientos frente a la identidad, derechos y patria palestina. M J Rosenberg resume la mentalidad de los dirigentes estadounidenses-israelíes que jugarán un papel en las próximas deliberaciones en las Naciones Unidas:
    “El giro dado por Palestina ante la ONU ofrece la solución a prácticamente todos los problemas de Israel. El presidente Mahmoud Abbas dice que una vez que Palestina sea reconocida por el órgano internacional, reanudará las negociaciones con Israel en todas las cuestiones que dividen a las dos partes. La única diferencia será que las negociaciones se producirán entre dos estados, no entre un estado poderoso y un mendicante en espera que unas pocas migajas caigan de la mesa.
    Netanyahu está aterrado ante el voto de la ONU. Él y sus emisarios están dando la vuelta al mundo exigiendo que se vote en contra de la resolución por la estatalidad.
    Se espera que la votación tenga lugar el 20 de septiembre. Sería demasiado confiar en que EEUU haga lo que sabe que es lo correcto y vote ‘sí’ o que sea un intermediario honesto y se abstenga. Todo lo más que podemos esperar es que EEUU e Israel sean parte de una minoría muy pequeña que vote “no”. Ese tipo de voto fortalecerá a los palestinos y quizá asuste lo suficiente a Netanyahu para que empiece a negociar con un poco de buena fe. Pero si así no fuera, las Naciones Unidas habrán declarado que los palestinos son también un pueblo; un pueblo con derechos, incluido el derecho a la soberanía plena en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental. En ese momento, la suerte está echada. La ocupación está terminando, confío, antes de que Netanyahu le haga mucho más daño… a Israel.”

domingo, 18 de septiembre de 2011

Por un estado Palestino Libre e Independiente.

Por un estado Palestino Libre e Independiente

Por un estado Palestino Libre e Independiente
El pueblo palestino tiene todo el derecho en un estado independiente al lado de su vecino israelí reconocido en su día ahora y después de mas de 60 años , los mismos que reconocieron al estado judío tiene la obligación de reconocer a el estado de los árabes musulmanes y cristianos palestinos en el estado 194 de la ONU

sábado, 10 de septiembre de 2011

Hoy traigo una receta de la cocina Marroqui HARIRA

Es una sopa que se toma sobre todo en el Ramadan como entrante.


Número de personas: 6 pers.Tiempo de preparación : 0 h 45 minEl tiempo de cocción : 1 h 00 minDificultad  receta: Fácil

Ingredientes:
    
150 g de garbanzos, remojados en agua el día anterior
    
150 g de carne Cordero, cortado en cubitos
    
50 g de lentejas, 2 cucharadas  de pasta, una de tomate
    
Un manojo de apio, picado
    
½ manojo de perejil, picado
    
1 cebolla picada, ¼ C.C pimiento negro
recién molido
    1 C. Café de cúrcuma, 1 manojo de cilantro picado
   
1 C.  Jengibre de café, 1 ramita de canela
   
1 C.  café
"Smen" (o la mantequilla fresca y el aceite de oliva)
   
1 C.  cucharadita de sal (o más al gusto)
    
AGUA 2 litros, 750 g de tomates rallados
    
el jugo de ½ limón, 150 g de harina
    
2 vaso de agua
   
cilantro picado,  huevos


Preparación para la harira 



 Para empezar
1. Enjuague y pele los garbanzos. limpiar y lavar las  lentejas . En una olla meter y cocinar a fuego alto la carne, la cebolla, garbanzos, lentejas, habas, el perejil, el apio, la canela, la cúrcuma, el jengibre, smen y 2 litros de agua . Después de hervir, cocer a fuego medio hasta que los garbanzos estén tiernos.
2. Cortar los tomates en cuartos, colóquelos en una olla con
¼ litro de agua y cocine por 10 a 15 minutos. Mezclar los tomates cocidos  para obtenir una salsa de tomate sin semillas.
3. En un recipiente, coloque la harina y añadir el agua, revolviendo hasta obtener una pasta líquida sin grumos. Añada la pasta de tomate, revolviendo para diluir la pasta.
4. Vierta en la olla con 1 litro de agua hirviendo, añadir la salsa de tomate, sal, pimienta   para obtener una harira lisa y aterciopelada. Cocine a fuego muy lento, revolviendo hasta que la espuma formada por encima desaparece por completo.
Justo antes de servir rompe uno o dos huevos en la harira y cocinar cinco minutos para que los huevos escalfados, servir en platos hondos con el huevo escalfado y el cilantro picado. Bon apetit

viernes, 9 de septiembre de 2011

ISRAEL, PRINCIPAL CENTRO DEL COMERCIO DE ORGANOS

La Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha acusado a Israel de convertirse en el mayor centro del comercio de órganos de seres humanos, particularmente los miembros robados a los cadáveres de los palestinos que luchan por su libertad.
El ministro para Asuntos de los Presos de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Eissa Qaraqe, ha declarado que el régimen israelí esconde cadáveres de palestinos, y se niega a entregárselos a las familias, tanto para vengarse de ellos y de sus familias como para ocultar el robo de partes de sus cuerpos, informa el periódico "Al-Quds Al-Arabi".
Asimismo, Qaraqe ha solicitado que se cumplan las resoluciones que aprobó la Liga Árabe en 2008, en las que se solicita que se efectúen investigaciones sobre los crímenes de lesa humanidadque comete el régimen de Israel, así como la formulación de este asunto en el informe anual de la ONU sobre los Derechos Humanos.
Por su parte, el ministro de Justicia de la Autoridad Nacional Palestina, Ali Jashan, ha recalcado que no existe ninguna razón legal o humana que justifique que el régimen israelí pueda quedarse con los cuerpos de palestinos, y cualquier justificación dada por este régimen es "infundada".
No es la primera vez que se hacen públicos los crímenes israelíes contra el inocente pueblo palestino. Sin embargo, los gobiernos árabes, pese a emitir resoluciones para realizar investigaciones acerca de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen de Tel Aviv, hasta el momento no han tomado ninguna medida práctica para acabar con las infracciones de este régimen; incluso, algunos países árabes, que alegan respaldar a la nación palestina, mantienen relaciones políticas y comerciales con el régimen israelí.

Red Voltaire

Rememorando el 11-S una década después ¿Había otra alternativa?

09-09-2011


TomDispatch.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Nos estamos aproximando al décimo aniversario de las horrendas atrocidades acaecidas el 11 de septiembre de 2001, unos hechos que, según se considera a amplios niveles, cambiaron el mundo. El pasado 1 de mayo un equipo de los comandos de elite estadounidenses, los SEAL de la Marina, asesinaron al presunto cerebro del crimen, Osama bin Laden, después de capturarle, desarmado e indefenso, a través de la Operación Jerónimo.Un grupo de analistas ha observado que aunque finalmente se haya acabado con Bin Laden, éste consiguió, no obstante, algunos éxitos importantes en su guerra contra EEUU. “Afirmó repetidamente que el único camino para sacar a EEUU del mundo musulmán y derrotar a sus sátrapas era involucrar a los estadounidenses en una serie de pequeñas pero onerosas guerras que les llevaran finalmente a la bancarrota”, escribe Eric Margolis. “‘Sangrar a Estados Unidos’, en sus propias palabras”. A EEUU, primero bajo George W. Bush y después con Barack Obama, le faltó tiempo para precipitarse en la trampa… Resulta grotesco que los inflados desembolsos militares y la dependencia de la deuda… puedan ser el legado más pernicioso del hombre que pensaba que podía derrotar a EEUU”, especialmente en unos momentos en que la extrema derecha está cínicamente explotando el tema de la deuda, con la connivencia del establishment demócrata, para socavar lo que queda de programas sociales, educación pública, sindicatos y, en general, las barreras que aún resisten ante la tiranía de las corporaciones.
Que Washington se inclinó por cumplir los más fervientes deseos de bin Laden fue algo que se puso en evidencia de inmediato. Como expuse en mi libro “9-11”, escrito poco después de que ocurrieran los ataques, nadie con conocimiento sobre la región fue capaz de reconocer “que un ataque masivo contra una población musulmana era la respuesta a las plegarias de bin Laden y sus socios, y que conduciría a EEUU y a sus aliados hacia una ‘trampa diabólica’, como señaló el ministro francés de Asuntos Exteriores”.
El importante analista de la CIA responsable desde 1996 de seguirle el rastro a Osama bin Laden, Michael Scheuer, escribió poco después que “bin Laden le ha precisado muy bien a EEUU las razones por las que está emprendiendo la guerra contra nosotros. [Él] está decidido a cambiar drásticamente las políticas estadounidenses y occidentales hacia el mundo islámico”, y en gran medida lo ha conseguido: “Las fuerzas y políticas de EEUU están completando la radicalización del mundo islámico, algo que Osama bin Laden trató de conseguir con un éxito sustancial aunque incompleto desde los primeros años de la década de 1990. Como consecuencia, pienso que es justo concluir que los EEUU de América siguen siendo el único aliado indispensable de bin Laden”. Y bien podría decirse que así sigue siendo incluso después de su muerte.
El primer 11-S
¿Había alternativa? Hay muchas posibilidades de que el movimiento yihadista, gran parte de él muy crítico hacia bin Laden, se hubiera dividido y debilitado tras el 11-S. “El crimen contra la humanidad”, como fue justamente denominado, podría haberse considerado como tal crimen y haber llevado a cabo una operación internacional para apresar a los posibles sospechosos. Pero aunque en aquel momento se reconoció tal posibilidad, ni siquiera se pasó a considerar la idea de hacerlo así.
En “11-9”, citaba la conclusión de Robert Fisk de que el “horrendo crimen” del 11-S se cometió de forma “perversa y con una crueldad impresionante”, una valoración certera. Es útil tener en mente que los crímenes podrían haber sido incluso peores. Supongamos, por ejemplo, que el ataque hubiera llegado hasta a bombardear la Casa Blanca, matar al presidente, imponer una dictadura militar brutal que asesinara a miles y torturara a decenas de miles mientras establecía un centro internacional de terror para ayudar a imponer estados similares de tortura y terror por todas partes y desarrollar una campaña internacional de asesinatos; y como estímulo adicional, hubieran traído un equipo de economistas –llamémoslos “los chicos de Kandahar”- para hundir velozmente la economía en una de las mayores depresiones de su historia. Eso, francamente, hubiera sido mucho peor que el 11-S.
Lamentablemente, este no es un pensamiento experimental. Sucedió. La única inexactitud en ese breve relato es que las cifras se habrían multiplicado por 25 para producir los equivalentes per capita en la medida apropiada. Desde luego, me estoy refiriendo a lo que en Latinoamérica se llama a menudo “el primer 11-S”, el 11 de septiembre de 1973, cuando EEUU consiguió tras intensos esfuerzos derrocar al democrático gobierno de Salvador Allende en Chile con un golpe militar que colocó en el poder al brutal régimen del general Pinochet. El objetivo, en palabras de la administración Nixon, era matar el “virus” que pudiera animar a todos aquellos “extranjeros dispuestos a putearnos” apropiándose de sus propios recursos y siguiendo de diversas maneras una política intolerable de desarrollo independiente. Al fondo estaba la conclusión del Consejo Nacional de Seguridad de que si EEUU no podía controlar Latinoamérica, no podía esperar “conseguir un orden que le fuera favorable en otros lugares del mundo”.
El primer 11-S, a diferencia del segundo, no cambió el mundo. No se produjo “nada que tuviera muy grandes consecuencias”, como Henry Kissinger aseguraba a su jefe pocos días después.
Estos acontecimientos de consecuencias pequeñas no se limitaron al golpe militar que destruyó la democracia chilena y puso en marcha la historia de horror que le siguió. El primer 11-S fue justo uno de los actos de un drama que empezó en 1962, cuando John F. Kennedy cambió la misión del ejército latinoamericano de “defensa hemisférica” –una anacrónica reliquia de la II Guerra Mundial- por “seguridad interna”, un concepto que implicó una aterradora interpretación en los círculos latinoamericanos bajo dominio estadounidense.
En la recientemente publicada por la Universidad de Cambridge “History of the Cold War”, el erudito latinoamericano John Coatsworth escribe que desde ese momento hasta “el colapso soviético en 1990, las cifras de prisioneros políticos, víctimas de tortura y ejecuciones de disidentes políticos no violentos en Latinoamérica superaron inmensamente a las de la Unión Soviética y sus satélites del Este de Europa”, incluyendo también muchos mártires religiosos y asesinatos masivos, siempre apoyados o iniciados en Washington. El último acto importante de violencia fue el brutal asesinato de seis importantes intelectuales latinoamericanos, sacerdotes jesuitas, pocos días antes de la caída del Muro de Berlín. Los autores fueron un batallón de elite salvadoreño, que ya había dejado un estremecedor rastro de sangre, recién salidos del entrenamiento de la JFK School of Special Warfare, que actuaban bajo las órdenes directas del alto mando del estado clientelista de EEUU.
Desde luego, las consecuencias de esta plaga hemisférica siguen aún reverberando.
Del secuestro y la tortura al asesinato
Todo eso, y más cosas aún del mismo cariz, se desechan como algo de escasas consecuencias y se olvidan. Aquellos cuya misión es gobernar el mundo disfrutan de una imagen más confortable, suficientemente bien articulada en el actual número de la prestigiosa (y valiosa) revista del Royal Institute of International Affairs en Londres. El artículo principal aborda “el visionario orden internacional” de la “segunda mitad del siglo XX”, marcada por “la universalización de una visión estadounidense de prosperidad comercial”. Algo hay en ese sentido, pero expresa bien poco de la percepción de quienes se llevan la peor parte.
Lo mismo ocurre respecto al asesinato de Osama bin Laden, que pone fin al menos a una fase de la “guerra contra el terror” vuelta a declarar por el presidente George W. Bush en el segundo 11-S. Permítannos volver a reflexionar sobre ese suceso y su significado.
El 1 de mayo de 2011, Obama bin Laden fue asesinado en un recinto que no contaba prácticamente con protección alguna mediante una misión de asalto de 79 SEAL de la Marina, que entraron en Pakistán en helicóptero. Después de que el gobierno facilitara y retirara muchas historias escabrosas, los informes oficiales dejaron cada vez más claro que la operación fue un asesinato planificado que violó múltiples normas elementales de derecho internacional, empezando por la invasión misma.
Parece que no hubo intento alguno de apresar a la desarmada víctima, lo que presumiblemente podrían haber hecho con facilidad 70 comandos que no enfrentaron oposición alguna, excepto, según informaron, de su mujer, también desarmada, a la que dispararon, en defensa propia, mientras “arremetía” contra ellos, según explicó la Casa Blanca.
El veterano corresponsal en Oriente Medio Yochi Dreazen y sus colegas del Atlantic fueron quienes proporcionaron una reconstrucción verosímil de los hechos. Dreazen, que anteriormente fue corresponsal en temas militares para el Wall Street Journal, es un importante periodista del National Journal Group que cubre asuntos militares y de seguridad nacional. Según su investigación, los planes de la Casa Blanca no parecían haber considerado la opción de capturar a bin Laden vivo: “La administración dejó claro al clandestino Mando Conjunto de Operaciones Especiales que querían a bin Laden muerto, según un alto funcionario estadounidense con conocimiento de las discusiones. Un oficial militar de alto rango informó sobre el asalto diciendo que los SEAL sabían que su misión no era cogerle vivo”.
Los autores añaden: “Para muchos del Pentágono y de la CIA que se habían pasado casi una década tratando de cazar a bin Laden, asesinar al combatiente era un acto necesario y justificado de venganza”. Además, “capturar vivo a bin Laden hubiera también supuesto para la administración todo un conjunto de irritantes desafíos políticos y legales”. Mejor era, pues, asesinarle y tirar su cuerpo al mar sin realizar una autopsia considerada esencial tras un asesinato, un acto que previsiblemente provocó mucha ira y escepticismo en gran parte del mundo musulmán.
Como demuestra la investigación del Atlantic, “la rotunda decisión de asesinar a bin Laden fue la más clara demostración hasta la fecha de un aspecto poco reseñado de la política contraterrorista de la administración Obama. La administración Bush capturaba a miles de sospechosos combatientes y les enviaba a campos de detención en Afganistán, Iraq y la Bahía de Guantánamo. En cambio, la administración Obama se ha centrado en eliminar a terroristas individuales en vez que tratar de cogerlos vivos”. Esta es una de las diferencias importantes entre Bush y Obama. Los autores citan al antiguo canciller de Alemania Occidental Helmut Schmidt, quien “dijo a la televisión alemana que el asalto estadounidense supuso ‘de forma absolutamente clara una violación del derecho internacional’ y que debería haberse detenido y procesado a bin Laden”, a diferencia del Fiscal General de EEUU Eric Holder, quien “defendió la decisión de matar a bin Laden aunque no supusiera una amenaza inmediata para los SEAL de la Marina, diciendo en un panel en el Congreso… que el asalto había sido ‘legal, legítimo y adecuado en todos los aspectos’”.
Los aliados criticaron asimismo el hecho de que se deshicieran el cuerpo sin realizar autopsia. El muy apreciado jurista inglés Geoffrey Robertson, que apoyó la intervención y se opuso en gran medida a la ejecución a partir de motivos pragmáticos, describió sin embargo la afirmación de Obama de que “se había hecho justicia” como un “absurdo” que debería haber resultado obvio para un antiguo profesor de derecho constitucional. La ley pakistaní “exige una investigación colonial en caso de muerte violenta, y las leyes internacionales de los derechos humanos insisten en que ‘el derecho a la vida’ exige una investigación cuando a partir de una acción policial o gubernamental se produce una muerte violenta. EEUU tiene por tanto el deber de realizar una investigación que satisfaga al mundo acerca de las verdaderas circunstancias de ese asesinato”.
Robertson nos recuerda útilmente que “no siempre fue así. Cuando llegó el momento de decidir el destino de hombres mucho más implicados que Osama bin Laden en actos perversos –los líderes nazis-, el gobierno británico quiso colgarles en las seis horas siguientes a su captura. El presidente Truman puso reparos, citando la conclusión del juez Robert Jackson de que ‘la conciencia estadounidense no debería asumir fácilmente, ni nuestros niños deberían recordar con orgullo, una ejecución sumaria… la única vía es determinar la inocencia o culpabilidad de los acusados tras una vista que fuera tan desapasionada como lo permitieran los tiempos y a partir de unos antecedentes que dejen claros nuestras razones y motivos’”.
Eric Margolis comenta que el hecho de que “Washington no haya hecho nunca pública la prueba de su afirmación de que Osama bin Laden estaba tras los ataques del 11-S”, posiblemente sea una de las razones por la que las “encuestas muestran que casi una tercera parte de los encuestados estadounidenses creen que el gobierno de EEUU y/o Israel estaban tras el 11-S”, mientras que en el mundo musulmán el escepticismo es mucho mayor. “Un juicio abierto en EEUU o en La Haya habría expuesto esas afirmaciones a la luz del día”, continúa, una razón práctica por la que Washington debería haberse sometido a la ley.
En sociedades que profesan algún respeto por la ley, se detiene a los sospechosos y se les somete a un juicio justo. Hago hincapié en la palabra “sospechosos”. En junio de 2002, el jefe del FBI Robert Mueller, en lo que el Washington Post describía como “sus más detallados comentarios públicos acerca de los orígenes de los ataques”, pudo tan solo decir que “los investigadores tienen la idea de que los ataques del 11-S contra el World Trade Center y el Pentágono procedían de los dirigentes de Al Qaida en Afganistán, que la conspiración última se preparó en Alemania y que la financiación se produjo a través de los Emiratos Árabes Unidos desde fuentes en Afganistán”.
Lo que el FBI creía y pensaba en junio de 2002 no era lo que sabía ocho meses antes, cuando Washington descartó las ofertas tentativas de los talibanes (si éstas eran serias es algo que ignoramos) de permitir que se juzgara a bin Laden si se les presentaban pruebas de su culpabilidad. Por tanto, no es verdad, como el presidente Obama afirmó en su declaración en la Casa Blanca tras la muerte de bin Laden, que “nosotros supimos rápidamente que era Al Qaida quien había perpetrado los ataques del 11-S”.
No ha habido nunca razón alguna para dudar de lo que el FBI creía a mediados de 2002, pero eso nos aleja de la prueba de culpabilidad exigida en las sociedades civilizadas y, cualquiera que sea esa prueba, no justifica el asesinato de un sospechoso que al parecer podría haber sido fácilmente detenido y llevado a juicio. Y las pruebas aportadas desde entonces confirman en gran media esa apreciación. Así, la Comisión del 11-S proporcionó amplias pruebas circunstanciales del papel de bin Laden en el 11-S basadas fundamentalmente en lo dicho por los prisioneros de Guantánamo en sus confesiones. Dudo mucho que gran parte de todo eso hubiera podido sostenerse ante un tribunal independiente, si consideramos los métodos seguidos para conseguir las confesiones. Pero en cualquier acontecimiento, las conclusiones de una investigación autorizada por el Congreso, aunque convenzan a quienes las consigue, no satisfacen el nivel necesario de una sentencia emitida por un tribunal creíble, que es lo que transforma la categoría del acusado de sospechoso en culpable.
Se cuentan muchas cosas de la “confesión” de bin Laden, pero eso fue un alarde y no una confesión, con tanta credibilidad como si yo “confieso” que gané el maratón de Boston. La jactancia nos dice mucho acerca de su carácter pero nada sobre su responsabilidad en lo que él consideraba como el gran logro del que quería atribuirse el mérito.
Una vez más, todo esto es, claramente, muy independiente de los juicios que uno pueda hacer acerca de su responsabilidad, que de inmediato se estimó clara, incluso antes de la investigación del FBI y así sigue siendo aún.
Crímenes de agresión
Merece la pena añadir que gran parte del mundo musulmán reconoció la responsabilidad de bin Laden y le condenó. Un ejemplo significativo es el del distinguido clérigo libanés Sheij Fadlallah, muy respetado en general por Hizbollah y los grupos chiíes, incluso fuera del Líbano. Tenía alguna experiencia de asesinatos. A él mismo le habían intentado asesinar: mediante un camión-bomba en el exterior de una mezquita, en una operación organizada por la CIA en 1985. Logró escapar pero mataron a otras 80 personas, en su mayoría mujeres y niñas que salían de la mezquita, uno de esos innumerables crímenes que no entran en los anales del terror debido a la falacia del “error de la agencia”. El Sheij Fadlallah condenó con dureza los ataques del 11-S.
Uno de los principales especialistas en el movimiento yihadista, Fawaz Gerges, sugiere que el movimiento podría haberse escindido en aquel momento si EEUU hubiera explotado la oportunidad en vez de fomentarlo, especialmente por el ataque contra Iraq, una gran bendición para bin Laden, que produjo un agudo incremento del terrorismo, como ya habían anticipado las agencias de inteligencia. Por ejemplo, en las audiencias Chilcot para investigar los antecedentes de la invasión de Iraq, el ex jefe de la agencia de la inteligencia británica interna, el MI5, testificó que tanto la inteligencia británica como la estadounidense eran conscientes de que Sadam no constituía ninguna amenaza seria, que era probable que la invasión incrementara el terrorismo y que las invasiones de Iraq y Afganistán habían radicalizado a determinadas partes de una generación de musulmanes que consideraban las acciones militares como un “ataque contra el Islam”. Como ocurre muy a menudo, la seguridad no era una prioridad importante para la acción estatal.
Podría resultar instructivo preguntarnos a nosotros mismos cómo reaccionaríamos si una serie de comandos iraquíes hubieran aterrizado en el recinto donde pudiera encontrarse George W. Bush, le hubieran asesinado y hubieran arrojado su cuerpo al Atlántico (tras los adecuados ritos funerarios, desde luego). Indiscutiblemente, no era un “sospechoso”, pero “el que decide”, el que dio las órdenes de invadir Iraq, es decir, de cometer el “crimen internacional supremo que difiere solo de otros crímenes de guerra en que en sí mismo contiene el acumulado mal del todo” por el que los criminales nazis fueron colgados: los cientos de miles de muertos, los millones de refugiados, la destrucción de la mayor parte del país y de su patrimonio nacional y el homicida conflicto sectario que se ha extendido ahora al resto de la región. Igualmente, de forma indiscutible, estos crímenes excedían cualquier cosa que pudiera atribuírsele a bin Laden.
Decir que todo esto es indiscutible, que lo es, no implica que no se deniegue. La existencia de quienes creen que la tierra es plana no cambia el hecho de que, indiscutiblemente, la tierra no es plana. Igualmente, es indiscutible que Stalin y Hitler fueron responsables de crímenes horrendos, aunque sus leales lo nieguen. De nuevo, todo eso debería ser demasiado obvio como para tener que comentarlo, y lo es, excepto en una atmósfera de histeria tan extrema que bloquea todo pensamiento racional.
De forma parecida, es indiscutible que Bush y asociados cometieron el “crimen internacional supremo”: el crimen de agresión. El juez Robert Jackson, jefe de la acusación de EEUU en Nuremberg, definió bastante claramente ese crimen. Un “agresor”, expuso Jackson en su declaración de apertura, es un estado que es el primero en cometer acciones tales como “invadir con sus fuerzas armadas, con o sin declaración de guerra, el territorio de otro Estado…” Nadie, ni siquiera los más radicales defensores de la agresión, niega que eso fue lo que Bush y asociados hicieron.
Haríamos bien asimismo en recordar las elocuentes palabras de Jackson en Nuremberg sobre el principio de universalidad: “Si ciertos actos que violan tratados son crímenes, tienen tal carácter de crímenes, ya sea Estados Unidos o Alemania quienes los perpetren, y no estamos dispuestos a establecer una norma de conducta criminal contra otros que no estemos dispuestos a invocar contra nosotros mismos”.
Queda claro también que las anunciadas intenciones resultan irrelevantes, aunque se crea realmente en ellas. Archivos internos revelan que los fascistas japoneses pensaban al parecer que arrasando China estaban trabajando para convertirla en un “paraíso terrestre”. Y aunque pueda ser difícil de imaginar, puede concebirse que Bush y compañía creían que estaban protegiendo al mundo de su destrucción por las armas nucleares de Sadam. Todo irrelevante, aunque los ardientes seguidores en todas partes puedan tratar de convencerse ellos mismos de otra cosa.
Nos quedan dos opciones: o Bush y asociados son culpables del “crimen internacional supremo”, incluyendo todos los males que siguieron, o declaramos que los procedimientos de Nuremberg fueron una farsa y los aliados fueron culpables de asesinato judicial.
La mentalidad imperial y el 11-S
Pocos días antes del asesinato de bin Laden, Orlando Bosch murió tranquilamente en Florida, donde residía junto a su cómplice Luis Posada Carriles y muchos otros socios del terrorismo internacional. Después de que el FBI le acusara de decenas de crímenes terroristas, Bush le garantizó a Bosch el perdón presidencial ignorando las objeciones del Departamento de Justicia, que encontraba “inevitable que esa conclusión resultara perjudicial para los intereses públicos de EEUU al proporcionar un puerto seguro a Bosch”. La coincidencia entre esas muertes trae de inmediato a la mente la doctrina de Busch II: “convertida ya en… una norma de facto de las relaciones internacionales”, que, según el renombrado especialista en relaciones internacionales de Harvard Graham Allison, “revoca la soberanía de los estados que proporcionan santuario a terroristas”.
Allison se refiere al pronunciamiento que Bush II dirigió a los talibanes: “Aquellos que alberguen terroristas son tan culpables como los mismos terroristas”. Por tanto, esos estados han perdido su soberanía y se convierten en objetivos de atentados terroristas, por ejemplo, el estado que ha albergado a Bosch y a su cómplice. Cuando Bush emitió esta nueva “norma de facto de las relaciones internacionales”, nadie pareció darse cuenta de que estaba haciendo un llamamiento a la invasión y destrucción de EEUU y al asesinato de sus criminales presidentes.
Nada de esto es problemático, por supuesto, si rechazamos el principio del juez Jackson de la universalidad y adoptamos en su lugar el principio de que EEUU se ha auto-inmunizado frente al derecho y a los convenios internacionales, como su gobierno ha dejado muy claro con frecuencia.
También merece la pena reflexionar acerca del nombre aplicado a la operación bin Laden: Operación Jerónimo. La mentalidad imperial es tan profunda que muy pocos parecen ser capaces de percibir que la Casa Blanca está glorificando a bin Laden al llamarle “Jerónimo”, el jefe indio apache que dirigió la valiente resistencia contra los invasores de los territorios apaches.
La elección casual del nombre es una reminiscencia de la facilidad con la que apodamos nuestras homicidas armas con los nombres de las víctimas de nuestros crímenes: Apache, Blackhawk… Es posible que reaccionáramos de forma diferente si la Luftwaffe hubiera llamado a sus aviones de combate “Judío” y “Gitano”.
Los ejemplos mencionados caerían bajo la categoría de la “excepcionalidad estadounidense” si no fuera por el hecho de que la fácil supresión de los crímenes de uno está prácticamente siempre presente entre los estados poderosos, al menos entre aquellos que no han sido derrotados y obligados a reconocer la realidad.
Quizá la administración percibía el asesinato como un “acto de venganza”, como concluye Robertson. Y quizá el rechazo de la opción legal de un juicio refleja una diferencia entre la cultura moral de 1945 y la de hoy, como él sugiere. Cualquiera que fuera el motivo, apenas tiene que ver con la seguridad. Como en el caso del “crimen internacional supremo” perpetrado en Iraq, el asesinato de bin Laden es otra ilustración del importante hecho de que muy a menudo la seguridad no es una prioridad importante en las acciones estatales, muy al contrario de la doctrina exhibida.
Noam Chomsky es profesor emérito de Lingüística y Filosofía del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts. Su libro más reciente es “9-11: Was There an Alternative?” (Seven Stories Press), resumido en el presente artículo. 
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175436/tomgram%3A_noam_chomsky%2C_the_imperial_mentality_and_9_11/#more

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