lunes, 19 de septiembre de 2011

Palestina, ahora o nunca

Global Research




    “Palestina es un pueblo, una cultura y una nación que ninguna fuerza puede negar ni oprimir por muy poderosa que afirme ser; cuanto más oprimas a un pueblo, más se alzará con determinación, previsión y poder para buscar la libertad de la ocupación extranjera y de la esclavitud de unos pocos.
    Se espera que la votación tenga lugar el 20 de septiembre. Sería demasiado confiar en que EEUU haga lo que sabe que es lo correcto y vote ‘sí’ o que sea un intermediario honesto y se abstenga. Todo lo más que podemos esperar es que EEUU e Israel sean parte de una minoría muy pequeña que vote ‘no’. Ese tipo de voto fortalecerá a los palestinos y quizá asuste lo suficiente a Netanyahu para que pueda negociar con un poco de buena fe. Pero si así no fuera, las Naciones Unidas habrán declarado que los palestinos son también un pueblo; un pueblo con derechos, incluido el derecho a la soberanía plena en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental. En ese momento, la suerte está echada. La ocupación está terminando, confío, antes de que Netanyahu le haga mucho más daño… a Israel.” (M J Rosenberg: “The Disaster Known as Netanyahu”, 2.9.2011)
    * * *
Tan traicionera es la realidad consciente que las organizaciones globales se crearon para proteger a la humanidad del flagelo de la guerra y la explotación de unos cuantos poderes paranoicos y absurdos que se imponen al mundo. Es bastante extraño que estemos donde estamos sesenta años después de la II Guerra Mundial buscando un período creíble de tiempo dotado de dignidad humana, respeto a los derechos, a la coexistencia y a la comprensión de la paz y la seguridad contra la violencia, el asesinato y la ocupación. No hay tal, no eran sino meras ilusiones para esquivar a la humanidad, para robarle colectivamente al género humano sus intereses y optimismo por el futuro, ya sea en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o donde sea. El CSNU es el Facebook de quienes proclaman ser poderosos, si es que en efecto son poderosos en algún sentido del significado o importancia global en la cambiante política del siglo XXI.
Acudiendo a la voluntad y a un sentido correcto de la comprensión del tiempo y de la historia, hay problemas que pueden resolverse sin acudir a la violencia y al baño de sangre. Palestina es una de esas cuestiones políticas y catástrofes humanitarias que esperan una solución viable desde 1948. El sector árabe la ha descuidado, la comunidad mundial la ha abandonado mientras el pueblo palestino ha continuado viviendo como refugiado en sus hogares, paralizado por todas las violaciones políticas, económicas y sociales de las identidades humanas, un pueblo al que se ha obligado a vivir por debajo de los medios de vida de los seres humanos y las condiciones normales y corrientes. No hay muchos políticos globales dispuestos a resolver la cuestión de la libertad de Palestina, pero sí demasiados a hablar de ello para salvar políticamente la cara.
Justo hace un año, en la Asamblea General, al Presidente Obama se le hizo saber que al año siguiente Palestina podría ser una nación miembro libre que se sentaría en la ONU. Los israelíes y otros implicados directamente en el diálogo pacífico con los palestinos reforzaron propuestas similares en diversos foros internacionales y mesas de negociaciones. ¿Porqué EEUU e Israel se oponen tan categóricamente a que los palestinos establezcan una patria independiente en su propia tierra?
M J Rosenberg (“The Disaster Known as Netanyahu”, Free Thought Manifest, 2.9.2011) señala las nuevas realidades que se derivan del círculo oficial israelí:
    “La maquinaria propagandística de Israel lo haría de otra manera. Insiste en que los palestinos, y los árabes y musulmanes de todo el mundo que les apoyan, no se preocupan realmente por la ocupación. Su objetivo, se nos dice constantemente, es destruir a Israel. La prueba, insisten es que ‘los palestinos nunca han reconocido el derecho a la estatalidad de Israel’.”
El presidente de la ANP Mahmud Abbas ha declarado su determinación de ir a la ONU y pedir el reconocimiento de un Estado palestino independiente con capital en Jerusalén Oriental. La propuesta no desafía ni amenaza la existencia, bienestar o estatalidad de nadie, ya sea Israel, EEUU o cualquier otra parte. Entonces, ¿por qué tanto alboroto sobre la cuestión? Susan Rice, la representante estadounidense en el Consejo de Seguridad dejó claro la pasada noche (16.9.2011) en un anuncio hecho en la CNN que si la OLP presenta la Resolución pidiendo la estatalidad, nada cambiará sobre el terreno. Eso significa que EEUUU vetará la Resolución en el Consejo o hará cuanto sea posible para parar el movimiento a favor del establecimiento de un Estado palestino independiente. La retórica revela que la OLP debería continuar hablando con Israel y dilucidar su libertad. Incluso el sentido común exige una respuesta lógica, ¿cómo vas a hablar con un ocupante que no reconoce tus derechos, tu dignidad humana o tu derecho a la libertad? ¿No es eso lo que ha venido pasando durante sesenta años? ¿Es que la Sra. Rice desconoce la lección básica de los problemas israelo-palestinos? ¿No estuvieron de acuerdo en estar en desacuerdo una y otra vez, una y otra vez? ¿No es hora ya de acabar con lo que EEUU quiere imponer de nuevo? Alan Hart, un experto estadounidense (“Zionism and Peace Are Incompatible”, Dissident Voice, 21 octubre 2010), explica el problema fundamental incrustado en el sionismo:
    “El sionismo no es sólo el nacionalismo judío que creó un estado en el corazón árabe a partir sobre todo del terrorismo y la limpieza étnica. Es también una mentalidad patológica. En la equivocada mente sionista, el mundo fue y será siempre anti-judío. Postula que el Holocausto II (código de otro gran cambio contra los judíos) es inevitable. Prosigue diciendo que no puede haber límites a lo que el sionismo pueda hacer para preservar un Gran Israel dotado de armas nucleares como refugio o último recurso de todos los judíos de todas partes cuando el mundo se vuelva contra ellos… Pero he ahí que la realidad continúa abofeteando a todo el mundo: el sionismo y la paz son incompatibles. Lo repetiré: el sionismo y la paz son incompatibles.”
Si la historia sirve de punto de referencia, el presidente Obama y Susan Rice saben bien que ninguna agenda orientada de forma objetiva podrá nunca lograrse solo a través de los negociadores israelo-palestinos. Por resumir los cambios de actitud dentro de la política israelí y su desbordado impacto sobre EEUU, Alan Hart cita un punto de vista diferente narrado por Aluf Benn en el Haaretz el 20 de octubre de 2010:
    “La diplomacia israelí ha llegado a un punto de inflexión. Desde ese punto de vista, en vez de abordar las fracasadas conversiones directas, Israel pondrá en marcha una serie de acciones diplomáticas contra la iniciativa palestina que intenta que el Consejo de Seguridad de la ONU reconozca a un estado palestino independiente dentro de las fronteras anteriores a 1967. Esa decisión consideraría a Israel como invasor y ocupante, preparando el camino para una serie de medidas contra Irael. Obama podría echar por tierra el proceso ejerciendo el veto estadounidense. ¿Lo haría? ¿Y a qué precio?”
Bien, no culpemos enteramente a EEUU o a los israelíes de esta tragedia. ¿Qué pasa con los camaradas gobernantes/líderes árabes, qué han hecho para reforzar la causa de la libertad de Palestina? El capítulo del libro está abierto y sin narrativa alguna en él, sin ninguna nota plausible, absorto en la terrible perversidad y maldad hacia la causa de la libertad de Palestina.
Tratemos tan sólo de ver los hechos reales en un contexto comparativo para conseguir tener una idea mejor de los problemas. Los israelíes han planificado objetivos, prioridades, instituciones para perseguir los objetivos, disponen de dirigentes comprometidos y redes por todo el planeta para conseguir apoyos, difundir sus perspectivas y hacer cuanto puedan para conseguir sus objetivos y prioridades políticas. No importa quién llegue al poder en Israel, ningún objetivo y actuación se desvía de su agenda política si no es para reforzarla y cristalizarla. A menudo los dirigentes estadounidenses actúan como madres adoptivas para proteger los intereses nacionales israelíes a costa de ignorar sus propios intereses estratégicos. Eso es hacer política y funciona bien en EEUU, donde congresistas y senadores reciben contribuciones financieras de los miembros de los lobbys judíos. Nadie lo considera una táctica absurda de tráfico de influencias o algo ilegal o una intervención inoportuna en el funcionamiento del sistema político estadounidense. El dinero compra a la gente y se comercia con intereses mutuos. La mayoría de los políticos de EEUU no se atreven a desafiar las posiciones y puntos de vista israelíes. Y hacen su trabajo fielmente.
¿Han visto alguna vez a un dirigente árabe apareciendo en público y musitando unas cuantas palabras convenientes a favor de la libertad palestina? ¿Han oído a algún grupo de los lobbys árabes trabajar en beneficio de la libertad palestina e intereses árabes? Si se respondiera con animosidad, debería decirse: ¿Es que los políticos y las elites árabes conocen lo suficiente la cultura y política israelí para tomar decisiones? Sinceramente, los gobernantes árabes no tienen ni idea de la vida, lenguaje o la mentalidad israelí de una manera racional. Los israelíes son inteligentes, abiertos a escuchar y aprender y han cambiado los enfoques de sus instituciones para reforzar sus intereses vitales y prioridades. Los gobernantes árabes no tienen sentido del tiempo, de la historia o de direcciones estratégicas –a menudo viven en celdas de prisiones modernas- llamadas palacios construidas con petrodólares, con dinero robado al erario público. Sus supuestos amigos en EEUU y Europa les llaman camellos adictos y gobernantes descerebrados.
John Perkins (“Confessions of an Economic Hitman”) recuerda cómo George Tenet, antiguo jefe del a CIA solía abrazar a los monarcas árabes como si fuera su amigo y compañero y ellos estaban dispuestos a hacer cualquier cosa, justa o vil, que agradara a los estadounidenses. Los árabes no tienen instituciones dedicadas a conseguir el apoyo público para cualquier causa política. Son alérgicos a escuchar y aprender de los eruditos y expertos musulmanes en asuntos globales; al contrario, contratan a especialistas de EEUU y Europa para que les aconsejen: la gente que son parte del problema, ¿cómo van a ser parte de la solución?
No hay ningún lugar racional para el encuentro de las mentes ni una oportunidad por la que uno pueda intentar conseguir que los autoritarios gobernantes árabes entiendan que han sobrepasado ya los límites de la razón y el absurdo y que es hora ya de cambiar y de hacer reformas para conseguir un cambio de rumbo. Parecen ser tan indiferentes, crueles e inconscientes en relación con los hechos de la vida; sus palacios y reinos primero, los pueblos no tienen acceso a sus agendas. El problema palestino ha vivido en la negación durante más de sesenta años. Con movimientos populares revolucionarios y muchos gobernantes autoritarios árabes en fuga, los árabes, colectivamente, están en una posición muy débil para ejercer influencia alguna sobre los acontecimientos e inminentes desarrollos que darán forma a la Resolución palestina.
No hay ninguna píldora que haga recordar los hechos de la vida humana. Hace unos veinte años, este autor ofreció un plan y una propuesta estratégica ampliamente definidos que circuló por el mundo árabe (“Towards Muslim Unity”, “Why Muslims are a Divided People?” “Approaches to Comparative Strategic Policy Planing: Muslim World and the West”), de cómo debería constituirse, organizarse y funcionar un Consejo de la Ummah (Parlamento musulmán con representantes bien preparados) que abordara las cuestiones relativas a políticas e intereses económicos, sociales y políticos, al libre comercio, a una moneda común, a movimientos libres de productos y servicios y mucho más. Imaginen si una asamblea así discutiera la cuestión de la libertad de Palestina y su voz tuviera eco y apoyara al asediado pueblo palestino, ¿no creen que el mundo les habría escuchado cuidadosamente y apreciado su valor en términos reales de cara a las posibles actuaciones? Lo habrían hecho, en efecto. La unidad de la Ummah musulmana y de un líderazgo culto e inteligencia habría cambiado la forma de desesperadas cuestiones contemporáneas. ¿No se debería cuestionar a los dirigentes autoritarios árabes y hacerles responsables por su incompetencia, traición y fracaso a la hora de proteger los intereses del pueblo árabe? Al autor le gustaría compartir una perspectiva observada hace una década (“Arab Ummah vs. Muslim Ummah, Who you were and where you are?”, MediaMonitors network, 8 mayo 2002):
    “Los observadores mundiales describen a los dirigentes árabes como compinches ‘derrotados’ que sacan provecho de las miserias inflingidas a las masas para construirse palacios e incrementar los balances de los bancos extranjeros. ¿Es posible que las partes derrotadas puedan ejercer presiones para conseguir la victoria? ¿O exigir condiciones favorables en situaciones que implican cuestiones de vida o muerte? Los israelíes de todas las tendencias son UNO y están comprometidos de forma firme y agresiva. Allah os convirtió en una ‘Ummah’ musulmana pero insistís en convertiros en una ‘Ummah’ árabe, volviendo a la edad de la ignorancia. El Islam concedió honor y éxito a los fieles creyentes. Cuando desecháis el Islam, dejáis detrás todos sus méritos y reivindicaciones. Vuestros dirigentes creen que sois un hombre y una mujer económicos, como en las culturas occidentales, que trabajan para ganar dinero, para consumir comidas grasas y disfrutar de un todoterreno. Vuestros enemigos son felices; sois los verdaderos creyentes en los estilos de vida y mitos económicos progresistas. Pero vuestros dirigentes no tienen seguidores, no tienen sentido de la responsabilidad o de la culpa. La mayor parte de los analistas políticos occidentales creen que los dirigentes árabes apenas se molestan en utilizar su cerebro; que siempre es nuevo y fresco como el de un bebé.”
La coalición derechista israelí del Primer Ministro Netanyahu amenaza con cancelar el Acuerdo de Oslo si la OLP va a la ONU a pedir la independencia y la integración plena. Las realidades sobre el terreno están diciendo que el Acuerdo de Oslo no tiene nada que ver con la libertad palestina, que sus objetivos últimos son los de mantener a los palestinos bajo una continuada ocupación. Esto es lo que Arafat y sus colegas habían firmado voluntariamente en el acuerdo. M J Rosenberg (“The Disaster Known as Netanyahu”) pone la discusión en el contexto adecuado:
    “Binyamin Netanyahu está muy cerca de devolver a Israel adonde estaba antes del acuerdo de Oslo de 1993. Existe incluso la posibilidad de que lo haga retroceder adonde estaba antes del tratado de paz de Camp David con Egipto, con el añadido desastre de que la relación con Turquía (que se estableció en 1948) habrá también desaparecido. En un país normal, un record de desastrosos fracasos como esos habría forzada la salida de Netanyahu del poder. Pero no en Israel… Lo peor es que casi todos los problemas de Israel con sus vecinos podrían resolverse poniendo fin a la ocupación. Incluso la economía saldría beneficiada si el gobierno israelí no estuviera malgastando tanto dinero en los colonos y en sus exigencias desorbitadas.”
La libertad de Palestina es algo real y necesita compartir un argumento coherente racional en el podium global, si solo algunos sabios árabes inteligentes y cultos, versados en pensamientos y presentación de ideas pudieran hablarle a la comunidad internacional. ..La humanidad debe poner en marcha todos sus conocimientos, visión política y fortaleza moral para oponerse a la continuada tiranía y ocupación de Israel. Palestina debe ser libre ya porque es una obligación que desde hace mucho tiempo le debe la responsabilidad internacional. La comunidad global de naciones debería apoyar la Resolución que pide un estado palestino independiente coexistiendo con Israel. No se puede optar por reforzar la ocupación y legal y los continuados asentamientos frente a la identidad, derechos y patria palestina. M J Rosenberg resume la mentalidad de los dirigentes estadounidenses-israelíes que jugarán un papel en las próximas deliberaciones en las Naciones Unidas:
    “El giro dado por Palestina ante la ONU ofrece la solución a prácticamente todos los problemas de Israel. El presidente Mahmoud Abbas dice que una vez que Palestina sea reconocida por el órgano internacional, reanudará las negociaciones con Israel en todas las cuestiones que dividen a las dos partes. La única diferencia será que las negociaciones se producirán entre dos estados, no entre un estado poderoso y un mendicante en espera que unas pocas migajas caigan de la mesa.
    Netanyahu está aterrado ante el voto de la ONU. Él y sus emisarios están dando la vuelta al mundo exigiendo que se vote en contra de la resolución por la estatalidad.
    Se espera que la votación tenga lugar el 20 de septiembre. Sería demasiado confiar en que EEUU haga lo que sabe que es lo correcto y vote ‘sí’ o que sea un intermediario honesto y se abstenga. Todo lo más que podemos esperar es que EEUU e Israel sean parte de una minoría muy pequeña que vote “no”. Ese tipo de voto fortalecerá a los palestinos y quizá asuste lo suficiente a Netanyahu para que empiece a negociar con un poco de buena fe. Pero si así no fuera, las Naciones Unidas habrán declarado que los palestinos son también un pueblo; un pueblo con derechos, incluido el derecho a la soberanía plena en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental. En ese momento, la suerte está echada. La ocupación está terminando, confío, antes de que Netanyahu le haga mucho más daño… a Israel.”

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